Tan solo faltan dos semanas para el primer major de la temporada, el Masters de Augusta y ya aparecen las primeras dudas en torno al número uno del mundo, Jordan Spieth. El texano, que arrasó en 2015 con Masters, US Open, FedEx Cup y un total de cinco torneos, lleva un rendimiento poco habitual en él en los últimos cuatro torneos.
Ha firmado un 21º, un corte fallado (en el Northern Trust Open), un 17º y un 18º, con alguna vuelta que jamás había hecho en el circuito americano, como el 76 del Valspar Championship o el 79 del Northern Trust.
Sus números en absoluto son malos, incluso serían muy buenos para la mayoría de jugadores, pero para Spieth, un tipo aparentemente sereno, confiesa que está “luchando” para gestionar la expectación que genera en los campos. “Las cosas han cambiado. Ahora sales a jugar y hay mucha gente viéndote y tienes un mal día y hay que responder a todos, atender a la gente…. Si no, te ganas mala reputación. Pero por otro lado, ¿no es bonito tener fans y servir de ejemplo?”.
El número uno del mundo, a sus 22 años, sacó carácter la pasada semana en el Valspar, cuando respondió en las redes sociales a varios aficionados que le habían criticado, incluso uno dijo que su wedge era “una basura”. Luego reflexionó: “No debo de entrar en eso. Siempre habrá gente a la que no le guste mi juego y yo debe de tener confianza en lo que hago y saber que habrá quién me apoye. Estoy tratando de salir con una mayor sonrisa al campo. A veces soy demasiado intenso” decía Spieth.