Tras describir y desmembrar el concepto de sostenibilidad en la primera entrada, en esta segunda nos centramos en la “flora y fauna” en los campos de golf y dejamos el uso del agua (el gordo de navidad) y de productos químicos para futuras entradas.
¿Perjudica un campo de golf a la fauna y flora local?, ¿cómo afecta la construcción de un campo a las especies locales?, ¿qué medidas se pueden tomar para la integración de especies animales y vegetales en un campo de golf? Las respuestas a estas preguntas ayudaran a entender la naturaleza de este articulo.
La construcción de un campo de golf conlleva la alteración del medio natural. Simplemente modificar la orografía del terreno, introducir césped donde no lo hay de forma natural y practicar deporte va a modificar la forma de vida de las especies animales y vegetales allí presente. Ahora bien, ¿hasta que punto? Hay especies animales, como aves migratorias, que podrían no adaptarse, sin embargo muchas otras sí.
En un campo de golf hay áreas (nichos), donde no se desarrolla el juego, que tienen un gran potencial para la actividad animal y para la presencia de especies vegetales. Respetar la conexión entre nichos (corredores) dentro y fuera del campo es vital para no alterar la forma de vida de los animales. Desde un punto de vista más sencillo… vive y sé feliz. Y de paso deja vivir.
Para ello, existen medidas que ayudan a mitigar los efectos en la fauna y flora local y velar por el valor ecológico del entorno:
La primera radica en la localización del campo. Idealmente, un campo de golf va a estar localizado en una zona donde se garantice la presencia de jugadores (próximo a una urbe o destino turístico) y que dicha zona tenga cierto “atractivo natural”. Es por ello que la elección del emplazamiento exacto del campo va a jugar un papel importantísimo para alterar lo menos posible el medio natural existente (o el “atractivo natural” que nos gusta). La complejidad del proceso para elegir la localización de un campo (en la que entran intereses de promotores, propietarios, terrenos disponibles, entidades públicas…) hace que la solución no suela ser ideal, dando una mayor relevancia a la segunda medida más tarde explicada.
Cabe destacar dentro de la primera medida, la capacidad de un campo de golf para revitalizar zonas degradadas (como Chambers Bay, sede del US Open 2015, mina semiabandonda) o contribuir con el medio ambiente en zonas urbanas o periurbanas. También el rol que puede desempeñar en lugares más controvertidos, cercanos a lugares de gran riqueza ecológica, en los que puede ayudar a labores de extinción de incendios actuando de cortafuegos o de zona de recarga de agua (como por desgracia se ha visto recientemente en la localidad Valenciana de Carcaixent con el campo de golf de La Galiana).
La segunda medida es el diseño del campo. Éste debe tener en cuenta nichos y corredores existentes. En el caso de que no estén definidos o no se conozcan pueden ser creados gracias al diseño (un ejemplo práctico puede ser establecer áreas pobladas de vegetación conectadas entre sí, cercanas al ‘rough’ o entre hoyos).
En ningún caso, se recomienda introducir una especie animal no autóctona, ya que podría derivar en consecuencias gravísimas como plagas o desaparición de otras especies. El diseño además debe respetar el paisaje existente y poblar el campo de especies vegetales autóctonas. Cuando uno ve imágenes del campo de golf El Saler en Valencia o Valderrama en Cádiz, ¿no da la sensación de ser un lugar único?
El tercero recae en el mantenimiento. El cuidado y respeto de nichos y corredores nunca será efectivo si el mantenimiento no es adecuado. Además, la modificación del diseño o renovaciones, puede suponer una gran oportunidad para la adaptación del campo a su medio natural.
En definitiva, el diseño ha de ser capaz de integrar el campo de golf en el ecosistema local, haciendo de ello su sello de identidad.
Como no… todo en esta vida tiene un pero. Las medidas para respetar el valor ecológico de un campo pueden ser caras aunque pueden repercutir en beneficios a largo plazo. Lo más fácil es saber decir que no importan. Aquí entra en juego el compromiso con el medio ambiente y la voluntad de hacer especial un campo.
La construcción de un campo de golf está sujeta a condicionantes ambientales como el impacto a la fauna y flora local. Debido al efecto socioeconómico de un campo, la sociedad tiende a convertir este tema en un conflicto de intereses (como especulación empresarial, argumento político) en lugar de una cuestión científico-técnica.
Sin embargo, quizás haya que cambiar la perspectiva con la que se encara este tema. Que un campo de golf altera el medio que le rodea, es indudable. Que el impacto puede ser mínimo si se ejecutan medidas para ello, también.
Es importante destacar el papel que puede desarrollar en la vida local, a través de la práctica del deporte en armonía con el cuidado y mejora del medio natural que nos rodea.
Muchas Gracias y Muchos Birdies