La tarea de enganchar a nuestros seres queridos al golf


¡Hola de nuevo!

Los que amamos el golf, a veces tenemos que resolver ciertos problemas logísticos derivados de la práctica de este deporte, como es compaginar la vida social y familiar con nuestra gran pasión, el golf, y uno de los recursos más útiles es intentar inculcarlo a esas personas tan importantes para nosotros y con las que nos gustaría compartir esos momentos de una partida que nos hacen felices. Y es que el golf nos encanta, nos divierte y, además, nos mantiene durante bastante tiempo fuera de casa.

Una partida de golf de 18 hoyos dura unas cinco horas, tiempo nada desdeñable si tenemos en cuenta la vida que solemos llevar la gran mayoría de personas, el trabajo, la familia, los quehaceres diarios…, etc., Mucho lujo es pasar cinco horas fuera de casa, más el rato del hoyo 19 tan necesario para reponer fuerzas, sin que nos produzca algún tipo de remordimiento respecto a nuestros seres queridos.

Quizás sea esta una de las razones por las que una gran mayoría de golfistas amateurs sintamos el impulso de inculcar este deporte a nuestros seres más allegados, hijos, parejas, hermanos o amigos: —Mira, he visto unos palos muy baratos, podemos ir a probarlos, ¡a ver qué te parecen! —decimos con una sonrisa de oreja a oreja. O también —Acompáñame al campo y me haces de caddie, ya verás que paisajes tan bonitos.

Lo intentamos utilizando todos nuestros recursos, quizás egoístamente, pero sabiendo que, si conseguimos que se una al gran universo golfístico le estaremos haciendo un favor. Y es que tenemos el deseo de que el golf arraigue en esa persona tan fuerte como lo ha hecho en nosotros mismos. Sin embargo, nuestro partenaire se nos puede resistir, —es que me aburro, y ¿qué hago yo allí tanto tiempo?. Un poco de paciencia, en algún momento nuestra estrategia puede tener resultados, aunque no siempre sean inmediatos.

Tenemos que aceptar que no a todas las personas nos agrada el mismo tipo de actividad, pero dando a conocer matices y datos sobre sus bondades físicas y mentales atraeremos su curiosidad. De manera que nuestra primera obligación es que conozcan una cancha de prácticas, poner un palo en sus manos y una cesta de bolas a su disposición, mostrarle los principios más básicos acerca del swing y esperar, rogándole a los hados, que le guste.

En algunos casos, lo harán por afinidad, en otros por amor, incluso habrá casos que, dándose por vencidos a nuestra insistencia, simplemente se dejen llevar, pero algo habremos conseguido, con más o menos convicción habremos llevado a alguien más a que pruebe éste deporte, el cual se podría convertir en una forma de vida. Si llegamos a tener la suerte de que le atraiga, será para siempre. Ya podremos disfrutar del golf todavía más,  sin prisas, sin cargos de conciencia, pero sobre todo con la complicidad de compartir partida con ese alguien especial para nosotros.