El cántabro fue una especie de emprendedor en el mundo del golf español y europeo, alguien que abrió caminos inescrutables hasta el momento para los arribados del viejo continente y que fue querido por un gran número de aficionados por su característico carisma. Mañana, 9 de abril y un día después del desenlace de la última ronda de esta nueva edición del Masters de Augusta, habría cumplido 61 años.
Ya han pasado siete años desde que el cáncer ganase la batalla al español con más grandes en su haber y el que en 1980 fue el más joven en ganar un Masters y el primer europeo. Para Ballesteros su relación con el golf y con Augusta siempre fue especial, de hecho en su testamento dejó por escrito que quería que sus cenizas fueran enterradas debajo de un magnolio, el árbol por excelencia de Augusta.
Pero ese sentimiento fue recíproco ya que el elitista club estadounidense siempre estuvo preocupado por la salud de Ballesteros en los duros trances, llegando a ofrecerle un último detalle, según recuerda Michael Robinson, conocido presentador y amigo del de Pedreña. El campo de la chaqueta verde le dio a Seve la oportunidad de invitar a tres personas a jugar en Augusta. Los elegidos fueron Robinson y sus dos sobrinos, Iván y Raúl.